
LOS TEMAS DE ‘HIERBA’ Y ‘NADA ES VERDAD’: UNA LECTURA DESDE UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO
Introducción:
La emergencia del feminismo de masas y su llegada a las instituciones culturales y artísticas ha dejado en evidencia el papel que estas instituciones han tenido como constructoras y perpetuadores de los sistemas patriarcales a lo largo de la historia, extendiendo la ciudadanía la práctica de interpretar el “mapa de las violencias como un entramado que conecta la violencia de género con la violencia económica, financiera, política, institucional y social” (Rita Gago, citada en Iribarren et al., 2023; 83). Por este motivo, en el presente escrito, abordaré el análisis tematológico comparado de Hierba (2022) de Keum Suk Gendry-Kim y Nada es verdad (2023) de Verónica Raimo, desde una perspectiva de género e interseccional, con el fin de entender de qué manera ambas obras tratan el tema de la violencia sobre los cuerpos femeninos y la construcción identitaria de la mujer en los sistemas patriarcales.
Marco teórico y metodológico:
Para poder hacer un desarrollo claro del análisis, estableceré el marco teórico que movilizaré a continuación.
Así las cosas, por “interseccionalidad” hago referencia la “perspectiva teórica y metodológica que busca dar cuenta de percepción cruzada o imbricada de las relaciones de poder” (Viveros, 2016; 2). Es una perspectiva pragmática que pretende combatir las opresiones múltiples y simultáneas apelando a los sistemas de opresión interconectados – el patriarcado, el racismo, el capitalismo y el nacionalismo –.
Por su parte, cuando hablo de las violencias contra las mujeres me refiero a aquellas que tienen como objetivo “el sostén y la reproducción del modelo y el orden patriarcales que mantienen las relaciones desiguales de poder, la superioridad de la masculinidad hegemónica y, en consecuencia, la subordinación y el control de las mujeres” (Iribarren, 2023; 92). Estas violencias pueden ser de tipo físico, psicológico, sexual, económico, digital, institucional, obstétrico, de segundo orden, vicario, estructural o simbólico; y tienen lugar dentro del patriarcado, entendido como el “diseño social compuesto por instituciones ideológicas y coercitivas que ordena el poder siguiendo la lógica concreta que legitima el estar en la cúspide a (…) el hombre blanco, occidental, heterosexual, cis y rico” (Serrano, 2022).
El sistema patriarcal abarca todos los ámbitos de la vida y se construye sobre las relaciones de poder que se constituyen entre todos los miembros de la sociedad, planteando un sistema de privilegios basados en el género. El género a su vez, es una construcción histórica, pero “tiene un tiempo tan largo como el tiempo de la especie, un tiempo lentísimo, mucho más lento que el de la historia de las mentalidades” (Segato, 2016; 153), lo que significa que está cristalizado, que, aunque haya aumentado la conciencia feminista y el problema de las violencias contra las mujeres, “el imaginario de género que se encuentra por detrás de ellas, como su caldo de cultivo, se encuentra intacto” (Segato, 2016; 154). En resumidas cuentas, siguiendo las aportaciones de Michel Foucault, la naturalización del género es una verdad construida discursivamente. El patriarcado es el ‘régimen de verdad’ de nuestras sociedades, es el sistema de poder que produce y mantiene los ámbitos de saber/poder (Foucault, 1999; 55).
La metodología empleada, por tanto, consiste en varias lecturas analíticas[1], a partir de las cuales he extraído evidencias textuales que, junto con el estudio de las figuras retóricas y visuales empleadas, así como el estilo y las redundancias, me han permitido establecer paralelismos y oposiciones entre las obras y explorar el tema de las violencias sobre el cuerpo de las mujeres y la construcción de la identidad femenina en los sistemas patriarcales.
Análisis:
Como hemos comentado más arriba, las obras en cuestión tratarían el tema de la violencia sobre el cuerpo de las mujeres y la construcción de la identidad femenina en los sistemas patriarcales.
Nada es verdad se puede considerar una ‘novela de formación’ (Bildungsroman), en forma de un largo monólogo de apariencia autobiográfica, en la que la autora mezcla realidad e inventiva, como se hace en las ‘novelas de no-ficción’, lo cual la emparentaría con obras como El Amante (1984) de Marguerite Duras. En la novela de Verónica Raimo se tratan algunos pasajes de la infancia, la adolescencia y la adultez de la escritora, haciendo un especial énfasis en la familia y la formación de su identidad como mujer.
En el caso de Hierba se hace una reconstrucción verosímil de Lee Ok-Sun, una superviviente de la explotación sexual por parte del ejército japonés a las mujeres coreanas durante la Segunda Guerra Mundial. En este caso, Keum Suk Gendry-Kim se alinea con la tradición de las literaturas de la posmemoria, consistente en obras que “transmiten una memoria ‘mediada sobre los hechos que los autores no han vivido en primera persona, pero que ha sido legada (…) junto al trauma de la violencia” (Casas, 2020; 23). En este sentido, la obra se relaciona formalmente con, por ejemplo, Maus (1991) de Art Spiegelman.
A continuación, realizaré el análisis comparativo de ambas obras a partir de los tres subtemas que, a partir de las observaciones realizadas durante la lectura, considero más relevantes para la comparación: el crecimiento y desarrollo de las mujeres en las sociedades patriarcales; la violencia y la búsqueda de la libertad.
En primer lugar, es evidente que Nada es verdad dedica más páginas al crecimiento personal, especialmente en el ámbito de las relaciones familiares y de amistad, mientras que en Hierba este desarrollo en el seno familiar se ve interrumpido por la situación de pobreza extrema que obliga a la familia a entregar a su hija al servicio de otra familia, pasando a tratar más explícitamente el tema de la instrumentalización del cuerpo femenino y la violencia que comentaré más adelante. Ambas obras reproducen los roles de género que asignan al hombre el ámbito público, el ámbito de la producción; y a la mujer el ámbito privado, de la reproducción, del cuidado de la familia. Raimo hace patente esta situación con el motivo de “Francesca está al teléfono”, que se repite más de diez veces a lo largo de la novela, haciendo omnipresente la figura sobreprotectora de la madre, a quien la ansiedad de no recibir noticias de su hijo “aún la lleva a fantasear hoy con escenarios de desaparecidos argentinos, la que siente por mí [por Verónica] nunca está teñida de heroísmo, si acaso de erotismo. A sus ojos nadie pretende acabar conmigo, sino simplemente acostarse conmigo” (Raimo, 2022; 42).
Esta frase es relevante en tanto que muestra la instrumentalización social que se hace del cuerpo de las mujeres, el cual se constituye como una especie de propiedad pública al servicio del patriarcado, viéndose el consentimiento sobre este, no tanto un derecho individual inalienable, sino como una voluntad que queda supeditada, en última instancia, al sistema de opresión. Por este motivo, le acaban cortando contra su voluntad el pelo a Lee Ok-Sun (p.111) o es arrastrada al aeródromo este de Yanji (p.162-167).
El cuerpo de las mujeres acaba convirtiéndose en, o un objeto de deseo y satisfacción sexual – de ahí que Lee Ok-Sun sea una ‘mujer de consuelo’ o Verónica reciba propuestas sexuales a cambio de trabajos (p.148-149) y tenga experiencias con exhibicionistas (p.92) –, o en el instrumento que permite la reproducción de la sociedad – de ahí que se insista Lee Ok-Sun a casarse tras ser liberada (p.407-408), o que la madre de Verónica le insista en tener un hijo o cuando decide abortar, su hermano la manipule emocionalmente regalándole libros sobre la maternidad y la culpabilidad (p131) –. Así las cosas, se acaba sexualizando el cuerpo femenino y a la vez, se penaliza a la mujer que no se mantiene casta para el cumplimiento de su labor reproductiva: supone una vergüenza para Lee Ok-Sun que se descubra su pasado en la casa de consuelo y, también, el doctor juzga abiertamente a Verónica cuando va a abortar porque considera que ya tiene una edad lo suficientemente avanzada como para decidir no tener hijos y porque “solo piensa en follar” (p.133). En esa misma línea criminalizadora encontramos iniciativas como el ‘jardín de los ángeles’ en el relato de Verónica (p.136).
En segundo lugar, y recogiendo esta idea de consentimiento, pasaré a comentar el tratamiento que las novelas hacen de las violencias.
En Hierba, resulta evidente el empleo de la violencia física sobre Lee Ok-Sun y las demás ‘mujeres de consuelo’. Si entendemos la violencia contra las mujeres desde el prisma estricto de la agresión física o sexual, no podríamos percibir todas las formas que tiene el patriarcado para mantener el sistema de dominación. La comparativa entre las dos novelas demuestran, en línea de los estudios recientes que, “en toda situación de crisis (…) las violencias contra las mujeres se agudizan” (Iribarren, 2023; 83).
En ambas novelas encontramos flagrantes casos de violencia obstétrica. En ambas se retrata la vulneración de los derechos reproductivos. En el caso de Nada es verdad, ya hemos comentado la violencia simbólica y discursiva que ejerce el doctor juzgando, en nombre de la sociedad, la decisión de Verónica de abortar. Pero, en el caso de Hierba, Lee Ok-Sun narra la historia de Mija Eonni, una joven de 18 años que, producto de la negativa a ponerse condón por parte de un soldado japonés, se quedó embarazada y se vio obligada, primero a buscar formas clandestinas y peligrosas de abortar – como ingerir pastillas o lanzarse sobre una piedra – y, una vez parido el bebé, a volver a ‘trabajar’ sin haberse recuperado y tras presenciar cómo le robaban a la criatura (p. 187-192).
Finalmente, en cuanto a la búsqueda de la libertad, ambas protagonistas intentan, en sus diferentes ámbitos – la casa de consuelo y el piso con nuevos muros – huir de su situación y de la opresión estructural ejercida, por el ejército japonés en un caso, y por la familia en el otro. En un plano extradiegético, ambas obras pretenden desvelar el discurso patriarcal, planteando formas de resistencia. La novela gráfica Hierba – y en general las obras de Gendry-Kim – pretende dar voz a las subalternas, a las mujeres que han sufrido más duramente las consecuencias de la agudización del patriarcado en un periodo de crisis, con el fin de hacer justicia, de reivindicar la reparación de daños. Esta poética que es empleada por Gendry-Kim para profundizar en el tratamiento de las emociones, se convierte en un sarcasmo y un humor cínico afilados en la novela de Verónica Raimo, quien narra su historia inventándosela, representando con su inventiva esa identidad cambiante que busca rehuir a la categorización estanca del patriarcado. Así, busca la libertad en la invención literaria, en sus numerosos nombres – Vero, Oca, Cucarachilla, Caniji, e incluso haciéndose pasar por su hermano, o por Úrsula Le Guin –, en una creación libre de la opresión que se ejerce sobre el cuerpo femenino
Conclusiones:
Por todo lo expuesto en el presente análisis considero oportuno pensar el patriarcado desde su perspectiva de campo de saber/poder, es decir, desde una perspectiva discursiva que permita desentrañar toda su complejidad. En Hierba, las desigualdades entre hombres y mujeres son obvias desde el inicio, en el que a Lee Ok-Sun le niegan ir a la escuela, aunque su hermano vaya, porque “¿Eres tu hermano? No, ¿Verdad? Pues no digas estupideces” (Grendry-Kim, 2022; 29). Mientras que en Nada es verdad, el género opera de maneras más sutiles. Si le preguntáramos a la familia de Verónica – o a la gran mayoría de personas de nuestro tiempo – si existe una superioridad de capacidades del hombre sobre la mujer, o si la supuesta supremacía masculina debe manifestarse en desigualdades o privilegios legales o sociales, dirán que no. No obstante, están empleando el discurso patriarcal haciendo que se vean hablando desde una posición que sostiene la supremacía masculina y la subordinación de las mujeres.
BIBLIOGRAFÍA:
– Canadell, Roger; Iribarren, Teresa; Fernández, Josep-Anton (eds.). 2021. Narratives of Violence. Venecia: Edizioni Ca’ Foscari.
– Casas, Ana. 2020. Escrituras del yo: la autoficción. Barcelona: FUOC.
– Fontana, M. 1999. «Verdad y poder». En: Foucault, M. Estrategias de poder. Barcelona: Paidós Ibérica, 41-55.
– Foucault, Michael. 2002. El orden del discurso. Buenos Aires: Tusquets Fábula.
– Gendry-Kym, Keum Suk. 2022. Hierba. Trad. Joo Hasun. Barcelona: Reservoir Books.
– Iribarren, Teresa; Gatell Pérez, Montse; Serrano-Muñoz, Jordi; Clua i Fainé, Monserrat. 2023. Literatura y violencias machistas. Guía para trabajos académicos. Venecia: Edizioni Ca’ Foscari.
– Isarch, Antoni. 2019. Temas de literatura contemporánea. Barcelona: FUOC.
– La Barbera, María Caterina. “Interseccionalidad”. Eunomía. Revista en Cultura de la Legalidad, 12 (septiembre): 191-198.
– Raimo, Verónica. 2023. Nada es verdad. Trad. Carlos Gumpert. Barcelona: Libros del Asteroide.
– Segato, Rita Laura. 2016. La guerra contra las mujeres. Madrid: Traficantes de sueños.
– Serrano, Jordi. 2022. “Literatura, violencias y decolonialidad” [Audiovisual]. Barcelona: FUOC.
– Viveros, Maya. 2016. “Interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación”. Debate Feminista, 52: 1-17.
[1] Emplearé el uso de la primera persona del singular (“yo”) para dejar patente que estoy realizando una lectura situada, escribiendo desde unas coordenadas de género, clase y étnicas específicas.
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Borrador Ensayo PEC»:
Cuerpos que resisten, violencia y locura en Carcoma y La vegetariana.
Analizar la voz femenina en la literatura contemporánea nos permite abordar la perspectiva de autoras situadas en contextos culturales disímiles, pero al mismo tiempo nos posibilita la comprensión de los puntos de encuentro a través de temas que trascienden el espacio y la localización, como el poder del patriarcado, el cuerpo femenino, la opresión y la violencia de género y las masculinidades que la sustentan. Las novelas La vegetariana de Han Kang (2024) y Carcoma de Layla Martínez (2021) nos trasladan a formas de vida que transitan por estas dimensiones desde contextos culturales muy diversos, entre la Corea del Sur contemporánea o la España rural posfranquista, pero con una convergencia temática considerable: mujeres que, mediante el silencio, el deterioro o la locura, resisten las formas normativas de género impuestas por estructuras patriarcales, sociales y simbólicas.
Ambas obras de la literatura contemporánea, desde la perspectiva de la tematología, nos sumergen en la exploración del cuerpo femenino como batalla, la locura como forma de resistencia y las masculinidades negativas como instrumento de opresión estructural. Temas que a su vez trazan las líneas de encuentro entre los arquetipos y símbolos, entre estos dos relatos, a través del análisis de figuras universales como el cuerpo culpable, el patriarcado opresivo o la mujer disidente. Veremos cómo ambas novelas despliegan las formas de una resistencia corporal al orden patriarcal, mediante figuras femeninas marginadas, que utilizan el silencio, la locura o la supuesta abyección como formas radicales de disidencia simbólica, centrándonos así en tres temas fundamentales: el cuerpo femenino como espacio de poder, control y violencia, la locura como resistencia, en el que nos encontramos con el arquetipo de la “mujer loca” o “bruja”, la mujer peligrosa que rompe con la lógica racional del deber ser del comportamiento femenino, ambos estereotipos y violencias perpetuadas a través de las masculinidades negativas que se convierten en el instrumento de la opresión estructural.
Diversas son las manifestaciones de violencia sobre el cuerpo de las mujeres, la violencia del encierro en ese mundo privado del hogar, la violencia del padre que controla, la violencia del marido que decide, la violencia del patriarcado que juzga, la posesión del cuerpo como territorio entre muchas otras formas de opresión, incluso las violencias psíquicas que se convierten en cuerpo, en odio, en enfermedad. El cuerpo de las mujeres, retomando las palabras de Viñuela Suárez (2020),
ha sido a lo largo de la historia, un territorio sobre el que se han librado numerosas batallas en torno a los significados de la feminidad y a la posición que ocupan las mujeres en cada sociedad (pág. 104), […] La violencia de género, las violaciones, la mutilación genital femenina, la prostitución, etc. son agresiones que se ejercen sobre el cuerpo vivo de las mujeres de todo el mundo. (pág. 113)
En Carcoma, la novela hace explícito cómo el cuerpo de las mujeres es objeto de múltiples formas de violencia simbólica, doméstica y social; cuando la abuela cuenta la historia de su madre y de su vida, en esa casa que las encierra y de la que ella sabe que ni ella ni su nieta saldrán nunca, asegura que su padre “no le había regalado aquella casa [a su madre], la había condenado a vivir en ella. [La casa] se había construido sobre el cuerpo de aquellas mujeres y se mantenía sobre el de mi madre” […]“Aquí se te caen los dientes y el pelo y las carnes y a la que te descuidas te andas arrastrando de un lado para otro” (Martinez, 2021, pág. 26). El cuerpo es oprimido encerrado y controlado, el cuerpo es el de su madre y ella misma, pero también el de todas las mujeres prostitutas del negocio de su padre. El cuerpo de todas las mujeres se oprime y controla, tanto vivas como muertas en la casa de Carcoma.
En La vegetariana (Kang, 2024), por su parte, el cuerpo se vuelve campo de batalla cuando Yeonghye decide dejar de comer carne como forma de negar la normatividad patriarcal que la consume. Su cuerpo pasa por una transformación y deterioro autoinfligido que se podemos leer como resistencia, pero es un cuerpo que todos quieren controlar, para que vuelva a la normalidad, al camino de lo establecido, y en ese sentido, la familia, los médicos, el marido, quieren hacer que ese cuerpo sea el de siempre, el que debe ser.
Esto nos sitúa a su vez en el lugar de la violencia psicológica, que no solo se ejerce hacia las mujeres, sino que determina socialmente la subjetividad psíquica de las mujeres en la sociedad, de acuerdo a cómo se sitúen sus cuerpos en ella. La locura de las mujeres se convierte en otro espacio de opresión, en la cultura patriarcal “son verdaderamente locas aquellas mujeres que, por su imposibilidad, desobediencia, o rebeldía, transgreden las cualidades de la feminidad (Lagarde, 2005, pág. 770). Las mujeres fallidas, según Lagarde (2005), actúan y viven la parte negativa de la feminidad y del mundo, cuando no cumplen con su deber ser, dictado desde la racionalidad patriarcal. Sin embargo, lo interesante de las novelas que estamos analizando, es que sus creadoras usan la idea de la mujer fallida no como un juicio, sino como una forma de lucha, una forma de soltar las formas de coerción cultural y social a las que están sujetas.
En La vegetariana, Yeonghye es considerada loca por su familia por negarse a las convenciones sociales y patriarcales, atender como se debe a su marido, comer carne como se debe de acuerdo al mandato social. En Carcoma, la locura se hereda, se transmite Las sombras de la casa se les meten dentro a las mujeres, la abuela y la nieta, se les enredan en las entrañas y no pueden arrancárselas (Martinez, 2021), el pueblo lo sabe, son las brujas, las indecentes, las pobres las peligrosas. Pero Yeonghye, es peligrosa por su silencio, su delgadez extrema y sus alucinaciones. Pero en ambos casos, no se trata de enfermedad o locura, sino en formas de subversión contra los discursos dominantes sobre el cuerpo femenino, en conocimiento alternativo, como una forma de venganza y de encontrar un lugar en el mundo. Las autoras retoman el imaginario de “la mujer fallida” para mostrar la lucha de las mujeres por deslocalizar o localizar un lugar en el mundo, para subvertir los lugares que el padre, el marido, el violador, el patriarca han definido.
Bajo este escenario, es importante hablar del ese otro gran tema que es parte funcional de este entramado de las vivencias de las mujeres protagonistas de las dos novelas, y son esas masculinidades negativas, que se convierten en el instrumento para perpetuar las violencias y opresiones propias de las estructuras patriarcales, como lo mencionamos al principio. Para Kaufman (1997, pág. 35) existe en la vida de los hombres una extraña combinación de poder y privilegios, dolor y carencia de poder, […]gozan de poder social y de muchos privilegios, pero la manera como hemos armado ese mundo de poder causa dolor, aislamiento y alienación tanto a las mujeres como a los hombres. Las formas de masculinidad, o esas masculinidades variables y contingentes, se basan en el poder social de los hombres, pero son asumidas de manera compleja por hombres individuales. (Kauffman, 1997, pág. 65)
Siguiendo este hilo, en Carcoma, podemos recordar de nuevo cuando la abuela cuenta la historia de su madre: “Si mi madre había pensado que era mejor que las demás, mi padre le bajó la soberbia a golpes” (Martinez, 2021). Pero al mismo tiempo el patriarca queda atrapado el un muro que él mismo construye, por cobardía y abuso, se enconde en la casa para huir de la guerra, pero “la mujer fallida” de su esposo lo encerró en el cuarto de su huida: enyesado y calado a la pared para siempre. Por otro lado, el esposo de Yeong-hye representa la masculinidad funcionalista que la reduce a una figura decorativa. Su desaprobación por su decisión alimentaria no tiene que ver con salud, sino con el rol de esposa obediente que él espera, rol naturalizado y exigido por su propio padre que la ataca con violencia y desdén.
La vegetariana de Han Kang y Carcoma de Layla Martínez, desde contextos culturales distantes, convergen en una crítica profunda a las estructuras patriarcales que moldean, disciplinan y violentan los cuerpos de femeninos, que se encuentran a través del silencio, la enfermedad, la abyección y la supuesta locura, sus propias formas radicales de resistencia frente a un sistema que no ofrece otras vías posibles de escape. Ambas novelas sitúan al cuerpo femenino como el lugar en el que se inscriben, no solo las agresiones visibles, sino también las violencias simbólicas y psíquicas que configuran el devenir de las protagonistas. Bajo la mirada de la tematología, estas dos obras nos permiten reconocer patrones universales en la representación del poder patriarcal, así como pensar la literatura no solo como reflejo, sino como herramienta crítica, para poner en cuestión temas persistentes cómo el género, el cuerpo y el poder, y cómo se articulan en la ficción contemporánea revelando los conflictos no resueltos de las estructuras sociales actuales.
Referencias
Viñuela Suárez, L. (2020). El cuerpo femenino como campo de batalla. Indumenta: Revista del Museo del Traje(3), 104-114. Obtenido de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7771870
Federici, S. (2010). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación orginaria. Buenos Aires: Tinta Limón.
Hernández Alonso, R., & Raquel Oli, S. (2021). Introducción. En A las malas. Desobediencia y rebeldía como transgresión femenina en la literatura. Granada: Comares.
Kang, H. (2024). La Vegetariana. Bogotá D.C.: Penguin Random House.
Kauffman, M. (1997). Las experiencias contradictorias del poder entre los hombres. En FLACSO (Ed.), Masculinidades: poder y crisis (págs. 63-81). Santiago de Chile: Isis Internacional.
Lagarde, M. (2005). Los cautiverios de las mujeres. Madresposas, monjas, putas, presas y locas. Universidad Nacional Autónoma de México.
Martinez, L. (2021). Carcoma. Titivillus.