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Borrador del ensayo de la asignatura Literatura Contemporánea

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La presencia del heteropatriarcado en el cuerpo El cuerpo como trinchera y como herramienta para imaginar y construir otras realidades Ensayo comparativo de Panza de Burro y Las Malas   Introducción En este ensayo se analizará la presencia del heteropatriarcado en el cuerpo, haciéndolo espacio de conflicto y a su vez, herramienta para imaginar y construir otras realidades, tema que atraviesa las novelas de Andrea Abreu, Panza de Burro, y de Camila Sosa, …
La presencia del heteropatriarcado en el cuerpo El cuerpo como trinchera y como herramienta para imaginar y construir otras…

La presencia del heteropatriarcado en el cuerpo

El cuerpo como trinchera y como herramienta para imaginar y construir otras realidades

Ensayo comparativo de Panza de Burro y Las Malas

 

  1. Introducción

En este ensayo se analizará la presencia del heteropatriarcado en el cuerpo, haciéndolo espacio de conflicto y a su vez, herramienta para imaginar y construir otras realidades, tema que atraviesa las novelas de Andrea Abreu, Panza de Burro, y de Camila Sosa, Las Malas. Identificar el tema en los textos, cómo aparece y determinan las obras; y relacionar las dos obras en el tema son los objetivos principales de este texto. La metodología que se llevará a cabo para alcanzarlos consistirá en la argumentación y ejemplificación del tema en cada una de las obras desde diferentes dimensiones, mediante pasajes concretos que den lugar a la interpretación simbólica. Finalmente, una conclusión recogerá las ideas principales.

En Panza de Burro y Las Malas el cuerpo ocupa un lugar central como espacio de conflicto, pero es también, una herramienta de escape y posibilidad. En ambas novelas se muestra cómo el heteropatriarcado regula y violenta los cuerpos que se salen del cánon, ya sea por identidad, sexualidad, clase o territorio. Sin embargo, este mismo cuerpo, calado por el ansía de rebeldía e imaginación, se transforma en medio que materializa otra forma de existir. 

El cuerpo no es solo lo que el poder intenta moldear, también es una vía llena de oportunidades y posibles vidas, formas de amor, belleza y libertad.

2. El cuerpo imaginado en Panza de Burro

En Panza de Burro el cuerpo de las niñas protagonistas es un terreno ambiguo que está en proceso y aunque, no del todo colonizado por el patriarcado, sus pensamientos ya están marcados por él. 

2.1. El cuerpo imaginado e idealizado para la mirada masculina

La narradora narra con cierta obsesión el cuerpo de Isora, su amiga, que parece tener un conocimiento precoz de la sexualidad, de cómo hablar, comportarse o vestirse para captar la atención masculina. La narradora observa, desea, envidia e idealiza el cuerpo de su amiga aún en desarrollo. El cuerpo de Isora se convierte en un espejo distorsionado: es una proyección de lo que la narradora cree que debería ser y lo que desea para ser validada. En el siguiente pasaje es notable la veneración que siente la protagonista por el cuerpo desarrollado y el conocimiento adelantado de Isora:

“Isora tenía las tetas redondas y se le reventaron como la tierra cuando escupe una flor que primero pequeña luego grande la tierra de su pecho seca luego estrías la teta no le cabía en la piel y lloraba isora tenía pelos en el pepe y a veces se los afeitaba todos hasta el güeco del culo y le picaba el culo isora tenía un pelo negro tieso tupido como el cespe de mentira de las casas rurales en el pepe del pelo de isora olía a molino de gofio a almendras tostadas a pan bizcochado.” (Abreu 2020, 75).

El heteropatriarcado está presente en la forma en que se habla sobre el cuerpo, en lo que se espera de él y su sexualización normalizada:

“Isora y yo todavía no llevábamos la parte de arriba del bañador, porque mi madre y Chela no nos dejaban. Además, Isora decía que las que se ponían parte de arriba eran unas putas y se iban a quedar embarazadas primero [… ]. Pero la verdad era que ninguna de las dos aguantaba las ganas de ponerse la parte de arriba de una vez y dejar de pasar vergüenza por tener los pezones hinchados.” (Abreu 2020, 51).

 A la vez, las protagonistas juegan y exploran disidiendo de la estructura patriarcal. El cuerpo de Isora es imaginado como un cuerpo deseable, libre, potente, convirtiéndose, en cierto modo, en promesa de lo que la narradora cree que debería llegar a ser. Sin embargo, esa proyección también produce angustia y una sensación de inadecuación con respecto a su propio cuerpo, que percibe como torpe, lento o incompleto frente al de su amiga. Existe una tensión que configura el cuerpo imaginado como fantasía, y a su vez, como forma de cierta alienación. 

2.2. El cuerpo imaginado y deseado

El deseo homosexual está presente, pero nunca que nombra. Es un deseo que se manifiesta entre líneas, con la obsesión con los olores, las pieles, las miradas y los gestos, la fijación por el cuerpo de la amiga: “[…] su palma de la mano y la piel de mi brazo juntas. Duró muy poco.” (Abreu 2020, 153). El cuerpo de Isora es deseado pero no puede ser dicho en su entorno, donde reina la cisheterosexualidad obligatoria y nunca se ha generado el espacio ni léxico ni simbólico para divergir, “ […] a pesar de que no éramos amigas de las que se daban abrazos ni besos” (Abreu 2020, 102), o: 

“[…] pero a mí en realidad lo niños me daban bastante asco, asco como me daba asco el pestazo del camión de la basura subiendo por la iglesia parriba cuando estábamos jugando, asco como me daban asco los gusanos blancos que le salían a los cubos de basura y a los culos de los perros, como me daba asco el aguachirre que botaban las bolsas de basura por la parte de abajo” (Abreu 2020, 125).

La narradora desea a Isora, y aunque no puede nombrarlo, usa su cuerpo para imaginar una vida distinta donde el amor entre mujeres no esté prohibido o silenciado.

El cuerpo imaginado también se vuelve un refugio: una manera de experimentar en el plano simbólico una relación afectivo-erótica que no se encuentra en el mundo real. La narradora quiere ser como Isora pero también quiere tenerla. Existe una fusión de identidad y deseo que revela la complejidad de los procesos de subjetivación en la infancia queer. El cuerpo propio es un proyecto: se imagina otro más deseable, más cercano a esa figura que simboliza todo lo que ella anhela. 

3.  El cuerpo como trinchera en Las Malas

En Las Malas, el cuerpo es un lugar de conciencia política. Las protagonistas, mujeres trans y travestis, han hecho de su cuerpo un campo de batalla contra el heteropatriarcado. Han aprendido a modificar, adornar, vestir, ofrecer y proteger su cuerpo. No encajan, viven en los márgenes. El cuerpo es una herramienta para imaginar otras vidas posibles pero, a la vez, su  reflejo en el espejo es crudo e innegable: “Cuando empecé a travestirme me daba vergüenza mi barba áspera, mi nariz torcida, mis dientes chuecos. Me daba vergüenza tener que hacerme tetas con las esquinas de un colchón.” (Sosa 2019, 13). Sin embargo, sin el cuerpo travesti, sin su transformación y afirmación, no hay existencia plena. 

3.1. El cuerpo de trinchera y resistencia

El heteropatriarcado ha estipulado que sus cuerpos no son válidos, son monstruosos. Camila, narradora y protagonista, nos muestra cómo su cuerpo es recibido como anormal, peligroso, indeseable y por ello, perseguido. No obstante, su discurso los retrata religiosos y místicos: “[…] la Tía Encarna amamantando con su pecho relleno de aceite de avión a un recién nacido.” (Sosa 2019, 26).

Las travestis de Las Malas convierten su corporalidad en un acto poético y político en la resistencia. Trabajan, aman, sobreviven con su cuerpo. Este aparece como una trinchera, es decir, un espacio de resistencia activa frente la violencia estructural del heteropatriarcado, la cisnormatividad, la pobreza y la exclusión social. Se convierte en un campo de batalla que, a pesar de la violencia institucional, familiar y social; responde, crea, transforma y sobrevive. Camila decide no ocultar su cuerpo y lo afirma, convirtiéndolo en herramienta de poder. El cuerpo es en sí identidad, deseo y disidencia. 

La infancia de “las malas” estuvo marcada por el deseo y la identidad divergente que es señalada para corregir o eliminar. Las protagonistas sueñan con su cuerpo e imaginan otra vida, otra forma de estar en el mundo: “La mujer hojea tristemente las revistas donde aparece la vida que nunca tendrá, los privilegios de los que nunca gozará, Y llora: […] porque es imposible esa realidad, no es lo que soñaba, no coincide con su fantasía” (Sosa 2019, 66).

 Lo que debería ser una vergüenza o amenaza, se vuelve una bandera. Las travestis de Las Malas viven de sus cuerpos, la mayoría de la prostitución, lo transforman con hormonas o cirugías caseras, maquillaje y ropa llamativa. Su expresión es peligrosa y a la vez necesaria, es la manera que poseen para ser visibles, de narrarse a sí mismas y no ser definidas por otros. 

El cuerpo es una trinchera porque es una posición activa desde la cual se resiste y se batalla.

3.2.El cuerpo de trinchera en comunidad

En la novela el cuerpo se reafirma en comunidad. Entre las compañeras el cuerpo no es un problema, sino una forma de conexión, solidaridad y ternura. En esta dimensión, el cuerpo travesti es político: en un mundo que individualiza y aísla, se construye una red de apoyo y colectividad. En esta comunidad destaca la figura de la Tía Encarna que representa la sabiduría ancestral travesti, donde el cuerpo no solo sufre o lucha, también sana, transforma y trasciende: “Las travestis lloraban mientras la curaban, por qué tanta maldad y salvajismo, por qué este mundo de mierda, por qué esta injusticia inmensa, por qué tantas miserias en nuestro camino” (Sosa 2019, 129).

El cuerpo en Las Malas se convierte en una forma de revancha poética, Camila no solo sobrevive, también triunfa.

4. Comparación de la perspectiva, tono y lenguaje del abordaje del tema 

4.1. La perspectiva de la identidad del propio cuerpo

El cuerpo es conocido y presentado desde etapas vitales diferentes: Panza de Burro, se sitúa en la infancia-adolescencia, durante el momento de autodescubrimiento, confusión, silencios y deseos sin nombre, no hay conciencia clara de las estructuras de opresión: “Juanito. ven con nosotras que vamos a hacer que el canal es una playa y que criticamos la  celulitis de las mujeres.” (Abreu 2020, 49). Mientras que Las Malas parte de la adultez, con una voz narrativa que ya ha atravesado y sobrevivido el dolor, que nombra con crudeza y lucidez las injusticias del sistema. De este modo, en Panza de Burro se construyen las opresiones desde la infancia, se naturalizan las normas de género y belleza y se empieza a intuir la diferencia sin poder nombrarla y tienen el deseo de emanciparse y tener el cuerpo que desean: “Isora siempre decía que íbamos a ser felices el día en el que nos dejaran afeitarse las piernas y estuviésemos muy flacas como Rosario y yo pensaba que era cierto y que el día que me quitasen el bigote iba a ser el más feliz de mi vida. (Abreu 2020, 67). Mientras que en Las Malas se muestran las consecuencias adultas de ese proceso: lo que significa crecer fuera de la norma, en un mundo que no tiene en cuenta las personas travestis, homosexuales, no binarios, o simplemente, diferente: “La lucha por la belleza nos había dejado a todas en los puros huesos, […] Cada día había que taparse la barba, sacarse los bigotes con cera, pasarse horas planchándose el pelo con la plancha de la ropa, caminar sobre esos zapatos imposibles” (Sosa 2019, 173).

El cuerpo recibe una violencia simbólica que en la primera es personificada a través de la Barbie, que refleja la belleza, el género binario y la heterosexualidad forzada: “Las barbies eran flacas, muy flacas, más flacas.” (Abreu 2020, 57). En cambio, en la segunda, la violencia sucede a través del desprecio social, médico e institucional hacia las identidades y los cuerpos disidentes: “No iba al doctor porque decía que los doctores siempre trataban mal a las travestis, las hacían sentir culpables de todos los males que las aquejaban.” (Sosa 2019, 84). 

El deseo de emancipación a través del cuerpo está presente en ambas obras. En Panza de Burro se expresa tímidamente en el deseo de afeitarse, ser flaca o ser como la amiga: “ […] en la zona del pepe y del culo y de los pelos de las piernas, que yo quería que mi madre me afeitase y no me afeitaba.” (Abreu 2020, 33). En Las Malas se manifiesta con la búsqueda de independencia, dignidad y rebeldía: “Entonces decidí no depender de nadie. Aprendí a coser. […] Esa fue mi primera independencia, mi primera rebelión. La siguiente fue conseguir un lugar donde cambiarme.” (Sosa 2019, 70). 

4.2. El tono y el lenguaje en el tratamiento del cuerpo

En Panza de Burro, como ya se ha comentado, la violencia es simbólica y doméstica, normalizada e internalizada a través de juguetes, roles de géneros o la familia. Por otro lado, en Las Malas, la violencia es explícita, física y sistemática, hay asesinatos, golpizas y el desamparo estatal: “Muchos golpes ha padecido La Tía Encarna, botines de policías y de clientes han jugado al fútbol con su cabeza y también con sus riñones. Los golpes en los riñones la hacen orinar sangre.” (Sosa 2019, 19). Por ello, el tono y el lenguaje tiene un tono introspectivo, sensorial y lírico, con una voz infantil cargada de metáforas y emociones confusas en la primera, mientras que la segunda habla de forma cruda, política y poética, con una voz fuerte, orgullosa y dolida, que denuncia y celebra al mismo tiempo: 

“Si alguien quisiera hacer una lectura de nuestra patria, de esta patria por la que hemos jurado morir en cada himno cantado en los patios de la escuela,[…] si alguien quisiera hacer un registro exacto de esta mierda, entonces debería ver el cuerpo de La Tía Encarna. Eso somos como país también, el daño sin tregua al cuerpo de las travestis. […] esa huella de odio.” (Sosa 2019, 28).

5. Conclusión

Para concluir este trabajo, se ha probado la presencia del heteropatriarcado en el cuerpo de las protagonistas de Panza de Burro y de Las Malas, exponiendo dos espectros del cuerpo: la trinchera que resiste y la herramienta para imaginar otras realidades.

Ambas novelas coinciden en situar el cuerpo como el lugar donde se inscriben las tensiones entre lo individual y lo colectivo, lo biológico y lo social, lo real y lo imaginado, de la voz de protagonistas de edades y contextos diferentes. 

En primer lugar, estas tensiones se reflejan en Panza de Burro a través de un proceso más íntimo, individual y confuso, propio de una edad donde aún no se sabe cómo nombrar lo que se siente, a diferencia de Las Malas, donde las protagonistas son plenamente conscientes de su disidencia, viviéndola en comunidad, y entienden que ellas son en sí un acto de rebeldía contra un mundo que ha querido borrarlas. 

En segundo lugar, ambas obras dejan entender que el cuerpo es un espacio activo, donde conviven estas tensiones, revelando las fracturas del mundo social y, a la vez, ofreciendo la posibilidad de imaginar otros modos de habitarlo. Las obras discursan que los cuerpos, – especialmente los feminizados, disidentes, pobres -, son castigados por no ajustarse a la norma, pero poseyendo un potencial transformador. 

Desde el juego o el trabajo sexual, la inocencia o la rabia, la ternura o el exceso, estos cuerpos son el foco de la manifestación de otras formas de existir, amar y resistir. Imaginan lo imposible, y en esa imaginación, abren una grieta en el sistema heteropatriarcal.

 

  1. Bibliografía

Primaria:

Abreu, Andrea (2020). Panza de Burro. Editorial Barret, 2024. 

Sosa, Camila (2019). Las Malas. Editores Tusquets: Barcelona, 2024.

Secundaria:

Artime, Carmela; Gatell, Montse; Iribarren, Teresa. «Violencia, corporalidad y simbolismo en la novela gráfica memorialista protagonizada por mujeres». Cuadernos del Centro de Estudios en Diseño y Comunicación. Cuaderno 123. pp. 55-72.

Isarch Borja, Antoni (2019).  Temas de la literatura contemporánea. UOC.

Isarch Borja, Antoni (2019).  Introducción a la literatura comparada. UOC.

Serrano Muñoz, Jordi. La estructura del ensayo interpretativo. [20 mins, en línea].

 

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